Todo aficionado tendrá en el recuerdo una eliminatoria, ese cruce maldito en un mal día del favorito, que determinó una posición inesperada, condenando a nuestro equipo a enfrentarse a ellos antes de tiempo. Si se sabe de antemano, las horas previas se hablará de amaño sin pudor. Y es que nos parece razonable incluso preferir una derrota de nuestro equipo, que nos otorgue un cruce teóricamente más sencillo, a perder con honor.
Lo que nunca se ha visto en fútbol sala, ni (esperemos) se volverá a ver, es el espectáculo tan esperpéntico que disputaron hace más de 20 años Barça y el Di Bufala SC de Estados Unidos: desde un inicio en el ya se ve a jugadores que no quieren el balón y dejan transcurrir los minutos sin que suceda nada relevante, hasta alcanzar el súmmum: porteros que se dejan anotar goles en propia puerta o porteros que acuden a evitar goles… ¡a la portería contraria!
Un poco de historia para contextualizar
Corría el año 1997. Se disputaba el Mundial de Clubes, un híbrido de la Intercontinental actual. Como siempre, equipos españoles y brasileños representaban la élite mundial. Pero el FC Barcelona de entonces no era el club poderoso que conocemos hoy día. La sección, creada en 1976 a partir de ex jugadores de fútbol para disputar torneos benéficos, no alcanzaría la oficialidad -que no el nivel actual- hasta la llegada de Núñez a la presidencia. Pero aquel Barça quedaría disuelto apenas seis temporadas más tarde.
Se reflotó la sección en 1986 para, de nuevo por los reajustes presupuestarios de 1995, tener que dar un paso atrás: la entidad tuvo que conformarse con canteranos, dando la libertad a todas sus estrellas. Como podía esperarse, terminó por bajar a Segunda en la 1997/98. Se convertiría así en un equipo ascensor durante casi una década hasta la llegada de Marc Carmona. Pero esa es otra historia que un día habrá que contar.
Y así llegamos a la Intercontinental de la vergüenza
Volvemos a ese año 1997 en el que la expedición de Barça viaja hasta Porto Alegre, capital de Río Grande, al sur de Brasil. Allí esperaba el equipo local y gran favorito: el Internacional de Porto Alegre, o Inter-Ulbra, un equipo con estrellas de talla mundial como Manoel Tobías u Ortiz. El campeonato se ordenó en dos grupos. En el A, nuestros protagonistas: Barça y Di Bufala junto a Peñarol (Uruguay) y Genk (Bélgica). En el B, el coco junto a Bunga Melatti (Países Bajos), Universidad de Chile y Boca Juniors (Argentina). El sistema, el habitual: dos grupos de cuatro donde los segundos se enfrentarían cruzados en semifinales con los primeros.
El destino quiso que en el último partido del grupo A, entre Barça y Di Bufala, se produjese la hipótesis del inicio del artículo: con ambos equipos ya clasificados, quien venciese tendría el dudoso premio de enfrentarse a Ulbra en semifinales. ¿Por qué? Porque los grandes favoritos, después de hacer 16 goles a la Universidad de Chile, cayeron derrotados contra el Bunga Melatti neerlandés por 7-5, quienes acabarían así como primero de grupo.
Sin duda un fastidio para catalanes y americanos, algo que podrían haber resuelto esforzándose menos, sacando a los menos habituales o errando en sus disparos, con la «esperanza» de caer derrotados. Y en realidad así fue, en parte, durante gran parte del encuentro. Más allá de la evidente dejadez de los porteros o de la nula intensidad, casi podría considerarse un partido normal.
El despropósito llegó en la segunda parte, con Ulbra acechando en el horizonte. Los minutos se iban recortando sin que nadie atacase, esperando un robo y gol del rival que no tenía visos de producirse. El tiempo se acababa, y Barça, viéndose abocado sin remedio a una semifinal contra Ulbra, desató el caos: un pase hacia atrás con el portero cuidadosamente descolocado y gol en propia. Como si no hubiera sido evidente, instantes después repiten la jugada.
Los americanos, heridos extrañamente en su orgullo, decidieron hacer lo propio. El ridículo alcanzó cotas inimaginables: ambos equipos defendiendo la meta rival y atacando la propia con énfasis. Incluso el portero americano acabaría expulsado con doble amarilla en dos jugadas consecutivas, intentando introducirse el balón en su portería. Una portería que estaba defendida… por el arquero culé. Sería Barça quien obtuvo el dudoso honor: cayó derrotado por 3-1.
De nada sirvió el ridículo de ambos conjuntos: Ulbra hizo once goles a Di Bufala en semis y derrotó a Barça por 4-2 en la final. Visto el resultado final, cabe preguntarse si manchar así el deporte sirvió de algo.
Y por si las palabras pueden parecer excesivas, aquí les dejo el resumen. Juzguen ustedes.
Autor: Dani López (twitter: @danifutsal6)