Se enfrentan Movistar Inter e Industrias Santa Coloma en el Pavelló Nou, con los colomenses como anfitriones orgullosos de la reforma llevada a cabo en su pabellón. Allí recibirán a los de Torrejón para alcanzar un puesto en la final de la Copa del Rey 20/21. Final que no podrán disputar ambos pero que ya protagonizaron hace ya seis años atrás, un 3 de mayo de 2015 en Águilas.
Dani y Sergi, interista e industrial, torrejonero de adopción uno y colomense de nacimiento el otro, viajaron con sus respectivas aficiones. “Una Copa del Rey es un torneo menor”, dicen, pero para ambos supuso un viaje único por varios motivos. Y eso, ha sido la excusa perfecta para recordarlo en vísperas de la semifinal.
Sergi: Lo primero que recuerdo al pensar en aquello es… Ostia, ¿seis años ya?
Dani: Y sin embargo, tío, lo recuerdo perfectamente.
Sergi: Yo también. Fue una absoluta locura, no se me ocurre otra forma de definirlo.
Dani: Nosotros fuimos en tres autocares desde Alcalá, puestos por el club para los socios. Quedamos a las cuatro o cinco de la mañana para llegar allí a mediodía y las caras eran una mezcla de sueño e ilusión. Entonces, Inter había pasado una travesía en el desierto. Cierto que teníamos ya una Liga y Copa de España, pero había ganas de viajar y seguir conquistando títulos.
Sergi: El viaje desde Santa Coloma, viajando con los Santakos es algo sobrenatural, no piensas que puedas salir vivo de allí.
Dani: Nosotros pensábamos dormir y sin embargo nos liamos a cervezas. El viaje fue espectacular, de risas todo el tiempo. Al parar en la estación de servicio la caraja era importante.
Sergi: Y luego llegas allí y te das cuenta que sí, que molan los pabellones grandes, pero que las ciudades pequeñas es otro rollo. Te bajas del bus y hay ambiente por todas partes, incluso contando que el pabellón estaba bastante lejos del centro. Llegamos a la zona del castillo y del paseo marítimo y veías camisetas negras —una edición especial que hicieron para la Copa— por todas partes. Si te encontrabas con alguien de Inter hasta te sorprendías, éramos muchos más.

Dani: Pues nosotros estábamos tan orgullosos de llenar tres autocares (risas). En Alcalá —todavía no se había mudado el equipo a Torrejón— se solía llenar una de las gradas, pero la otra ni se abría al público. No era —ni es— una afición de moverse masivamente, por eso pegarse aquel madrugón sabiendo que tendrías que hacerte 1.000 kilómetros en poco más de 24 horas, fue un orgullo para nosotros.

Sergi: A lo mejor por número no éramos muchos más, pero si había 500 parecíamos 2.000. El ruido que hacíamos por las calles era brutal.
Dani: Yo recuerdo llegar muertos de hambre, ni partido ni leches, queríamos comer. Y llegar al paseo, imagínate esa solana esperando la comida, que tardó una hora porque nadie en el pueblo se esperaba tanta gente… Se nota la diferencia, nuestra afición tiene una media de edad quizá más alta, y queríamos comer primero, y animar después.
Sergi: Y luego llegas al pabellón, pequeñito, que se escuchaba perfectamente cómo cantábamos. Ahí creo que nos comimos a los vuestros.
Dani: Ni éramos tantos, ni tan ruidosos. En verdad estábamos acojonados pensando “y si hemos venido aquí para perder”.
Sergi: La primera parte os tuvimos ahí, en la pista y en la grada.

Dani: Y todo sin ningún problema, solo separados por una cinta, gritando cada cuál a los suyos, pero sin meternos en broncas. Pero sí, nos tuvisteis acogotados.
Sergi: Yo recuerdo que Ricardinho, que ya había sido nombrado mejor jugador del mundo, saltó a calentar en el descanso, con empate a cero y no veas qué orgullo sentimos allí. “Eh, que necesitan a éste para ganarnos”.
Dani: Sin embargo, fue el otro portugués el que os vacunó.
Sergi: Pero me dio igual, en serio. Fue en aquella final cuando me di cuenta que, aquella sensación, tenía que volver a vivirla muchas más veces. Ojalá fuese con mi club, pero si no, vivir de todas maneras ese ambiente de batalla, de final, de dos aficiones enfrentadas durante cuarenta minutos y luego fundirnos en un abrazo con el que tuviéramos al lado.
Dani: Totalmente. Yo viví el partido sin poder estarme quieto. A ratos estaba de pie, a ratos gritando para desahogarme, a ratos encogido. Saltaba, me rompía las palmas animando, y luego me sentaba a coger aire y soltarlo durante, ¿qué? ¿Cinco segundos? ¿Una hora? Fue un partido espectacular, y ni siquiera los goles del final me quitaron aquella sensación.

Sergi: Es todo. Es ese romper a llorar porque has perdido, sin importar quién te ve y qué puede pensar de ti, es una sensación de vivir algo grande que quieres volver a sentir otra vez, incluso con la derrota.
Dani: Y sentir esa comunión con los jugadores, con los que nunca has estado en persona, pero sientes que son tus amigos, que lo han ganado y que te alegras por ellos, porque crees que se lo merecen.

Sergi: Nosotros estábamos tremendamente orgullosos aun perdiendo.
Dani: Yo he vivido muchas finales como aficionado, viajes a Ciudad Real, Guadalajara, Barcelona… Pero ninguno le tengo tanto cariño como al de Águilas. Supongo que todo en él fue especial: la compañía, las risas durante el viaje, las charlas comentando el partido en la vuelta, entre susurros para no despertar a los que pudieron conciliar el sueño…
Sergi: En cuanto llegué a casa, dije, “esto tengo que repetirlo”. Pero también supe entonces que, pase lo que pase, será difícil rememorar lo que viví aquel día.
Fotos: Movistar Inter / Sandra Santiago / Dani López / The Santakos
Autores: Dani López y Sergi Romero.