Si hablamos de dorsales míticos nos vendrán no solo números, sino jugadores e incluso posiciones. Así, el ‘10’ se asocia al jugador con más clase del equipo, el que mueve a sus compañeros al son que marcan sus pies y su cabeza. Es el número que nos recuerda a Ricardinho, Robinho o Adri. Todos con clase, visión de juego, y todos zurdos. ¿Casualidad? Imposible. Si pensamos en el ‘11’, automáticamente pensaremos en un zurdo habilidoso, un jugador con regate y buen golpeo jugando siempre a pierna cambiada. El máximo exponente de los últimos años sería Miguelín. ¿A que habían pensado en él?
Si entramos en los porteros, el ‘1’ suele ser exclusivamente suyo (salvo el caso de Javi Lorente en su etapa de Playas de Castellón), aunque los brasileños nos hayan acostumbrado a que el ‘2’ también puede ser de su propiedad, como en el caso de Higuita. Y por poner un ejemplo más, antes de entrar en materia, si digo ‘9’, ¿han pensado en un killer, verdad? Un goleador nato, alguien que no sabe sino sumar tantos, como si fuese más una obsesión que el fruto de su juego; Javi Sánchez o Andreu Linares fueron dos ejemplos claros.

Pero hay un dorsal que en principio parecía destinado a esos jugadores residuales, chicos subidos del filial o fichados a última hora que deben escarbar entre los dorsales libres para escoger el “menos malo”, que se ha convertido en una leyenda en sí mismo en el país del futsal por excelencia. Hablamos, por supuesto, del ’12’ de Brasil. Un dorsal que popularizó la leyenda Falcão, y que antes que él había lucido Vander Iacovino, del que ya hablamos en su día. Pero ninguno de ellos fue el pionero, y para analizar a ese primer ‘12’ que enamoró al mundo del fútbol sala, es que estamos aquí.
Hablamos de Jackson João Bosco Moreira dos Santos, nacido en Santa Bárbara el 16 de noviembre del lejano 1956 ya. Jackson brilló bajo las reglas FIFUSA, debutando con 18 años en Olympico, cuando el fútbol sala no era más que un deporte amateur. Con solo 20 años fue considerado el jugador revelación del torneo. Siguió en el club ―fundado en la región del Bairro da Serra, en Belo Horizonte, en 1940― hasta 1983, cuando partió hacia Atlético Paranaense. Seguiría haciendo carrera en Perdigão-SC, Swift-Bordon-SP o Minas Tennis Club. Pero sin un campeonato fuerte como la actual LNF, si Jackson inscribió su nombre en nuestro deporte con letras de oro, sería gracias a su país.
Un palmarés envidiable con la Selecão
Su nombramiento como mejor joven de 1976 le llevó, un año más tarde, a debutar con la selección. Disputó y venció (como sucedía siempre que la verdeamarelha entraba en escena) en la Copa América de Colombia’79. No solo conquistaría esa copa, sino que sumaría las de Uruguay’83 y Argentina’86, además del Torneo Panamericano que organizó la propia Brasil en 1984.
Pero, ¿por qué conformarte con eso cuando tienes el mejor combinado nacional del planeta? Jackson sumó a su palmarés los mundiales FIFUSA de Brasil’82 y España’85. Brasil, entrenada por Júlio César Vieira Lima, arrasó en la primera participación de Jackson: pleno de victorias en el Mundial de 1982 (5 de 5) y una media 6’6 goles por partido. El ala de Minas Gerais se proclamaría el mejor jugador del torneo por merecimiento propio. Además, anotó el único gol de la final ante Paraguay.
En 1986 repetirían éxito. Mejor dicho, lo superarían. En fase de grupos tres goleadas en tres partidos: 11 goles a Argentina, 16 a Holanda y 15 a Japón. Otras dos victorias en la segunda fase (2-0 a Uruguay y 1-0 a Paraguay) y 3-1 ante España en la final. En total un balance impoluto de seis victorias en seis partidos, 48 goles anotados y solo dos encajados (el otro se lo hicieron los nipones). Jackson volvería a anotar en la final y a convertirse en el mejor jugador del torneo.
Sería en 1989 cuando los paraguayos, rivales eternos de los brasileños en la década de los 80, terminarían por imponerse a su bestia negra. Carosini, como ya contamos en su día, había sido el máximo goleador de los dos mundiales anteriores, pero en este, además, se “atrevió” a quitarle el título de mejor jugador y campeón a Jackson.
Vale, perfecto. Pero, ¿por qué ese dorsal?
Cierto, avispado lector. Todo este rollo por la mística de escoger el ‘12’ y hastaahora no hemos hecho mención al porqué de la elección. Fue el propio exjugador quien reveló el motivo de su elección:
“En la Copa del Mundo de 1982 todavía me consideraban un novato y cuando se trataba de elegir el número de la camiseta, los más viejos como Leonel, Miral y Branquinho, tenían el privilegio de elegir. De esa manera, dejé que todos eligieran. Solo quedaban unos pocos. como 12, 15 y 16. Elegí 12. Éramos campeones mundiales, me consideraban entidades como el Comité Olímpico Brasileño y la Confederación Brasileña de Fútbol Sala, como el mejor atleta del año y el mejor jugador del mundo, de ahí que después lo escogieran grandes jugadores con Vander o Falcao».
¿Recuerdan cuando dije al principio del artículo que solía ser una elección para los jóvenes, que tenían que escoger entre los pocos dorsales disponibles? Pues el ’12’ que popularizase Jackson, que diese continuidad Vander Iacovino y que inmortalizó Falcao, tiene, sencillamente, el mismo origen. Un descarte convertido en leyenda.
Autor: Dani López (twitter: @gremplu)