La Selección Española ha cumplido 500 partidos oficiales, y lo hace envuelta entre las sombras de la actualidad y las (muchas) luces del pasado. En esa dualidad es donde reside el drama: los últimos resultados de la selección son muy flojos, con derrotas en los cinco últimos torneos oficiales, siendo el balance de dos finales (Finalissima’22 y Europeo’18), una semifinal (Europeo’22), y dos cuartos de final (Mundiales de 2016 y 2021). Más allá de las derrotas, el problema viene por el crecimiento de nuestra vecina Portugal (verdugo en cuatro de esas cinco eliminaciones) y por producirse tras ir delante en el marcador, incapaces de sostener el resultado. Pero como decíamos, en la comparativa con lo anterior, en esos cuatrocientos y pico partidos anteriores, es donde se produce el agravio: dos títulos Mundiales y siete Europeos hacían de España una candidata (o favorita, pónganle el adjetivo que quieran) en todos los torneos. Algo que ahora parece haberse perdido.
Todo empezó hace 40 años…
Mucho ha llovido, como diría el clásico, desde aquel 2 de abril de 1982 en el que España jugó su primer partido oficial, con victoria por 2-4 ante Italia en Leiden, Países Bajos, con motivo del I Torneo 4 Naciones. Una primera foto muy distinta a la actual, sin estrellas en el escudo, con bigotes poderosos y una portería sin redes en una pista cualquiera de cualquier barrio de cualquier ciudad de España, donde se origina todo, en las calles.
De aquella primera convocatoria, con Baena e Hilario (Interviú Lloyd’s), Gonzalo (Horvibra), Mariano (Buenos Aires), Toño (Unión Sport), Llorenç (Nautic), Barrero y Fernández (Arquitectura), Vituco (Egasa Chastón) y Ferrer (Baprel), y Teodoro Nieto como seleccionador, costó coger vuelo ―la primera competición oficial se disputaría en 1989, en el Mundial de Países Bajos 1989, y la primera Eurocopa no se disputaría hasta 1996―, pero desde el principio (o casi, ya que España no pasó de la fase de grupos del Mundial’89) se vio que íbamos a ser una potencia: tercer puesto en el Mundial’92, campeones de la primera Euro, segunda histórica en el ránking de los Mundiales (los únicos con Brasil que han participado en todas las ediciones) con casi 79% de victorias (48 en 67 partidos disputados) y 260 goles anotados (una media de 4’2 por partido), y líder absoluta del ránking en las Eurocopas, con más partidos, más victorias, mejor golaveraje y siendo la única con Rusia e Italia que ha participado en todas las ediciones.
Sin duda el pasado es glorioso, motivo de orgullo y celebración. Pero a la vez, ese orgullo y ese pasado te exige un presente a la altura. Y ahí, como decía al principio, es donde se produce ese agravio, esa triste comparativa que dice que no ganamos nada desde 2016, algo que no sería motivo de preocupación en otro país, pero que nos lleva de los demonios en un lugar donde se nos acostumbró a ganar.
Partidos para la historia
Después de aquel debut en el IV Naciones ante Italia, el segundo hito sería el debut mundialista, también en Países Bajos. La ciudad de Leeuwarden quedaría marcada en rojo en el calendario futsalero como el día que España debutó en el Mundial, con una imponente victoria por 2-8 ante Arabia Saudí. Tres años después llegaría el segundo Mundial, y la primera Eurocopa, con una victoria pírrica por 2-1 ante Bélgica, para inaugurarse. Fue en Córdoba, lugar donde nos adjudicaríamos (el 14 de enero de 1996, por 5-3 ante Rusia), la primera de las siete Eurocopas que ostentan en el palmarés de la Selección. Aquel mismo año, 11 meses después, llegaría la primera final del Mundial, a apenas 860 kilómetros de allí: Barcelona sería testigo de la derrota ante Brasil (8 de diciembre de 1996). Un 4-6 que nos hacía presagiar lo mejor, y así fue. Los dos Mundiales (Guatemala’00 y China’04) adornaron nuestro pecho con dos estrellas que han lucido con orgullo algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos.
Los mejores del mundo vistieron la Roja
Los punterazos de Javi Rodríguez desde el punto de doble penalti, el muro Luis Amado amargando la existencia a los brasileños, la inteligencia en el balón parado de Kike Boned, el liderazgo de Ortiz en sus 215 internacionalidades (el que más), las diabluras de los hermanos Linares, el carácter ganador de Sergio Lozano, los que decidieron jugar por España y no con su país de nacimiento, por un sentimiento de pertenencia maravilloso, como Daniel Ibañes, Fernandao o Paulo Roberto… Tantos y tantos jugadores que hicieron las delicias de una afición que siempre ha respondido, llenando pabellones y apoyando a su país.
Y como ellos, todos los que visten ahora la camiseta, desde los veteranos como Jesús Herrero, Raúl Campos o Chino hasta los recién llegados como Pablo Ramírez o Raúl Jiménez. Pasado, presente y futuro de una selección que no entiende otro concepto que no sea jugar para ganar. El 13-0 a Chipre del pasado 1 de marzo de 2023, en partido clasificatorio para el Mundial de 2024, hace el medio millar. 500 partidos de ilusiones, alegrías, decepciones. 500 partidos en los que se mezclaron lágrimas de ilusión con las de rabia e impotencia.
500 partidos de puro sentimiento al defender una camiseta, un escudo, un país.
Imágenes: RFEF.
Autor: Dani López (@danifutsal6)