No importa cuál sea tu momento de forma, que vengas de una racha negativa, que te cueste hacer gol o, como el caso que nos atañe, que hablen de ti en pretemporada como si fueras un recién ascendido. Si te llamas Movistar Inter, si tus camisetas están bordadas con el escudo del micrófono y la pluma, saltarás a la pista convencido de que eres el mejor. Y si cuentas con un gestor como Tino Pérez y una plantilla hambrienta de títulos, convertirás siete minutos malos en 33 maravillosos, como vimos en la pasada final de la Copa de España 2021.
Podría ser éste otro artículo de autobombo, pero me parece feo eso de citarse a uno mismo cuando vienen bien dadas. Sobre todo, porque el que escribe, se ha hartado de cometer errores y vaticinar cosas que nunca se cumplieron. Es inherente al ser humano, y en concreto, a este ser humano: no importa cuantas collejas me lleve, siempre quiero imaginar qué pasa, y soy incapaz de guardarlo para mí. Pecados de juventud diría, pero uno ya peina canas.
Por eso quise este verano, cuando se oficializaron los fichajes de Boyis, Eric Martel, Dani Saldise, Cecilio, Lucas Trípodi y Fer Drasler, evitar que al común de los mortales le sucediese lo mismo que a mí me ha ocurrido tantas veces: que luego puedan echarte en cara tus palabras. Lo sé, no es agradable, pero en este caso, no dirán que no les avisamos: Movistar Inter siempre está ahí, y no se le puede menospreciar.
Tino Pérez, el arquitecto de una vivienda con cimientos sólidos
Si hay un gran triunfador en la reciente Copa de España, no es otro que Faustino Pérez-Moreno Gómez. El entrenador toledano, a sus 51 años y tras más de 25 en los banquillos, firmó el año pasado por dos temporadas. La misión era terrible: sustituir a un agotado Jesús Velasco, el artífice de la época más gloriosa del Inter reciente, comparable ―si no por encima― de la mítica Máquina Verde de Jesús Candelas. En su primer curso, con estrellas como Gadeia o Ricardinho de vuelta de todo, y jugadores con frecuentes problemas de lesiones (como Humberto o Elisandro), se adaptó a lo que tenía y lo exprimió para conquistar una liga a la que se ha tratado de restar méritos diciendo que venía adulterada por el formato de partido único. No se engañen, Tino ya tenía líder al equipo cuando la pandemia obligó a suspender la fase regular. Había sido el mejor, y lo único que hizo fue certificarlo en los playoffs exprés.
Pero si no era por el formato era por el juego: feo, plano, aburrido, con mucha suerte… Siempre hubo cómo justificar una victoria, cómo vestirla de accidente. Como fuese, en un año de transición, Tino consiguió una liga inesperada, muy celebrada en el seno del conjunto torrejonero. Luego vino la limpia: salió el grueso de la plantilla, cansada después de muchos años y con ganas de probar cosas nuevas. Del núcleo duro solo resistieron Pola, Borja y Herrero, además de Pito y jugadores de fondo de armario como Raya o Álex González. El resto eran muebles nuevos para un salón totalmente remozado: un catalán y un navarro llegados de Pamplona, un cordobés procedente de la costa levantina y otro de la dorada, y por último un brasileño llegado de Portugal que conocíamos de su etapa en ElPozo, sin que las referencias fueran óptimas. De la mayoría se dijo que eran buenos jugadores, pero que no merecían vestir la camiseta de Inter, que era un paso atrás para el club, que lo mejor que podía pasar es que la temporada se diese por perdida y esperar que en un par de años volviese a armarse un equipo campeón.
Llegó la Copa, con Barça como gran favorito, con las dudas de hasta donde podrían llegar los Palma, Levante o Cartagena, afincados en la zona alta (por méritos propios) desde la jornada inicial. ¿Inter? Bueno, sí, la historia y tal, pero no aspiraba a mucho. Ya saben…
El resultado fue un equipo que fue de menos a más: sufrió contra Palma para clasificar por penaltis después de ir venciendo 3-0 en el descanso, maniató a un equipo tan ofensivo como Cartagena, al que dejó sin hacer goles, y le endosó nada menos que seis goles a Barça en la final. Pudo ser peor visto el inicio de partido, pero Tino, ese arquitecto del que muchos desconfiaban, dejó un tiempo muerto tan polémico como efectivo:
Tras esto, el 0-1 con que arrancó Barça quedó en nada. Los jugadores interistas apretaron los dientes, mordiendo la salida de pelota culé y no dejando respiro a una zaga blaugrana que se vio desbordada en todo momento. Hubo goles de todo tipo: faltas directas, goles de pillería (o de estar más metidos en el partido), a la contra y aprovechando el fallo del rival. En todos ellos estaba impregnado el sello del entrenador, el mismo que había cambiado el rumbo del partido con su tiempo muerto.
Queda mucha temporada, y ningún aficionado interista estará conforme si se gana solo este título. Por el momento, están en la pelea por la Liga y están clasificados para la final de la Supercopa, la Final Four de la Copa del Rey y la Final Eight de la UEFA Futsal Champions League. Están donde se les esperaba…O no, vistas las expectativas. En cualquier caso, sigan el consejo de alguien que tiene mucha tendencia a equivocarse: no menosprecien a Inter.
© Imágenes: RFEF.
Autor: Dani López (twitter: @danifutsal6)