Valdepeñas y Manzanares, una rivalidad de más de 200 años

Más contenido del partido entre Viña Albali Valdepeñas y Manzanares Quesos El Hidalgo:

Rueda de prensa de Juanlu Alonso y David Ramos:

Galería de imágenes del partido:

Recordaba días atrás Antonio Lérida cuánto había llovido desde aquel primer derbi regional entre Viña Albali Valdepeñas (entonces Inmobiliaria Teo FS Valdepeñas) y Manzanares Quesos El Hidalgo (por entonces sin “apellido”, solo FS Manzanares). Casi 20 años desde aquel partido en la mítica Avenida del Sur en el que las dos poblaciones de la provincia de Ciudad Real, separadas apenas 30 kilómetros, se enfrentaron por primera vez en la Primera Nacional B, lo que equivalía a la cuarta categoría del futsal nacional. Un duelo modesto pero intenso, como serían todos desde ese momento.

Mucho ha cambiado desde entonces…

De casi 500 espectadores a más de 2.000. De la cuarta categoría, a Primera. De luchar por un espacio entre la afición, peleando con el fútbol, a convertirse en el gran (y casi único) referente deportivo en ambas poblaciones. Muchas cosas han cambiado desde aquel encuentro: Valdepeñas disfruta de una estancia prolongada en Primera División, acumula dos finales en 2020 (Liga y Copa de España) y unas semifinales (Liga) en 2021. En dos ocasiones rozaron la Champions, y una vez la mala suerte y otra las lesiones, privaron al equipo del éxito absoluto. No llegó, pero la leyenda del club crece cada día, a medida que lo hacen sus éxitos y su masa social.

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Manzanares acaba de estrenarse en la élite, pero lo hace de la mano de un seguro de vida en los banquillos como es Juanlu Alonso, y en el momento de escribir estas líneas, con dos puntos de distancia sobre el descenso. “Ya lo hubiéramos firmado antes de empezar”, decía el míster al finalizar el encuentro en el Virgen de la Cabeza que cayó del bando local por un resultado de 5-1. Y ahí debemos detenernos, porque, 20 años y muchos partidos entre ellos después, ambos equipos volvían a enfrentarse. Con una salvedad: era el primer derbi de Primera División.

De Cuadra y Lope, a Edu Sousa y Dani Juárez. De Roberto, Vicente o Cacaíto, a Rafa Rato, Chino o Catela. De Merlo, Paco o Javi, a Daniel Gabriel, Antoñito o Álex Velasco. De las crónicas en blanco y negro en papel, a los resúmenes digitales. Muchos cambios. Aunque siempre quedan cosas que no cambian: un pabellón lleno, dos aficiones entregadas y un gol —por desgracia para Manzanares— en el primer minuto de partido. La historia es cíclica, dicen…

Una rivalidad para la que hay que remontarse 200 años atrás

Pero, ¿tiene esta rivalidad algún fundamento? Echemos la vista atrás. El 2 de mayo de 1808 se produjo —recuerden el famoso cuadro de Goya— un levantamiento popular que, pese a su fracaso, provocó un efecto llamada en el resto de la Península. Los fusilamientos fueron el germen que despertó a la población ibérica, desembocando en la Guerra de la Independencia.

¿Y qué tiene que ver esto con el fútbol sala, o más concretamente, con Valdepeñas y Manzanares? Pues todo, y nada. Como cualquier otro aspecto de nuestras vidas.

Las tropas napoleónicas, tras reprimir la rebeldía madrileña, comenzaron a extenderse por toda la Península con una única intención: la conquista. Una de las rutas más importantes a tomar era el Camino Real, que unía Madrid con Andalucía. El objetivo no era otro que tomar Cádiz y bloquear así el comercio marítimo con Inglaterra. En su camino se encontraron con Valdepeñas, una población de 3.000 habitantes que crecía con prosperidad, gracias a ser el principal productor y exportador de vino de todo el país.

Los soldados del general francés Ligier-Belair atacaron la población al amanecer de un 6 de junio, esperando batalla, pero no mucha, a decir verdad, tras un avance casi inmaculado desde Madrid en dirección Andalucía. Hasta en dos ocasiones serían repelidos por unos vecinos que, a falta de armas, se pertrecharon con aperos de labranza (ellos), útiles de cocina y agua hirviendo (ellas). En las calles, ventanas y tejados se organizaron refriegas que frenaron el impulso francés. Campesinos, mujeres y niños contra todo un ejército armado. Tras comprender que no podían asaltar la población y prender fuego a las casas como medida extrema, el general se reunió con el alcalde de Valdepeñas, firmando un acuerdo por el que, a cambio de un día de provisiones, dejarían la villa en paz.

Manzanares, situado al norte, y viendo lo que había sucedido, decidió asaltar el hospital de los franceses, situado a las afueras de la población. Allí se encontraban tanto los heridos como el arsenal de las tropas de Napoleón, pero fueron repelidos por los soldados que custodiaban a ambos. Por no alargar el relato, diremos que tras varios meses en los que los de Napoleón establecieron su sede gubernamental en las cercanías de Manzanares, todo terminó con el párroco de Manzanares mostrando al general francés la estatua del Jesús del Perdón, implorando clemencia. Los franceses, por religiosidad, hastío o vaya usted a saber (hay versiones de todo tipo), desistieron de su asalto, perdonando a la población manzanareña.

Del sentimiento de hermandad, a la rivalidad

De este acto de rebeldía y aparente unión entre ambas poblaciones por el deseo de expulsar al invasor, quedó una rivalidad marcada —a ojos de los valdepeñeros— por el hecho de que, mientras que ellos habían luchado (y fallecido) por su libertad, los manzanareños habían implorado por su vida, ofreciendo suministros en lugar de batalla. ¿Qué hay de cierto y qué de leyenda? No estamos en el sitio ni en el momento de analizarlo, pero sirva esta pequeña historia para entender esa rivalidad y sobre todo, que desde un sector de la afición de Viña Albali —y de la propia población— se les siga apodando a los de Manzanares como “franceses”. Un apelativo doloroso, sin duda.

Han pasado 200 años, pero todavía quedan resquicios de aquello, y las disputas dialécticas entre ambas aficiones —siempre dentro de un pabellón y sin llegar a la violencia, por supuesto— continúa pese a las diferencias económicas y de plantilla entre ambos conjuntos. El primer duelo en Primera División era un duelo desigual. Uno, tras cuatro años y un proyecto estable, pugna por los puestos de cabeza y sueña con ese título que certifique su condición de equipo grande. Los otros están aprendiendo a caminar en la élite, pero como la hormiguita de la fábula, van recogiendo miguitas de pan en forma de puntos que, de momento, les permite escapar del descenso.

Ambos equipos estuvieron arropados por su afición. Los locales, como no podía ser menos, por abrumadora mayoría. La venganza —en cuanto a ruido— la tendremos en unos meses cuando se dispute la vuelta. Pero la fuerza de las peñas vinateras no mermó los ánimos de los 70 valientes que se acomodaron en una de las esquinas del pabellón para animar a los suyos, consiguiendo lo que no pudieron las tropas napoleónicas: entrar en Valdepeñas. Esta vez fue de forma pacífica, o al menos tan pacífico como puede ser un derbi regional entre dos poblaciones vecinas, hermanas, y rivales. El espectáculo que se vivió dignifica nuestro deporte. Necesitamos más equipos como Valdepeñas y Manzanares. Bien lo saben los franceses.

Autor: Dani López (twitter: @danifutsal6)

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