Nunca es fácil vivir una época de cambio. Ni para los líderes ni para los que deben ser liderados. El que toma las decisiones, debe ser justo con los suyos, a la par que ambicioso y exigente, siempre sin excederse en su autoridad. Por su parte, los que acatan dichas decisiones conocen los límites y aun así, no pocas veces contravienen las indicaciones de su superior, o menoscaban su discurso por solo ellos saben qué motivos.
Hay líderes mundiales que cambiaron la visión de un país, o del mundo entero, desde prismas muy diversos: Washington, Mao, Lenin, Churchill, Mandela, el Che… Cada cual elige sus ídolos por motivos de diversa índole y no es nuestro objetivo analizar quién hizo qué, ni si fueron líderes justos o totalitarios. Sí estamos para hablar de otro que, desde un discurso sobrio, tranquilo, pero exigente como pocos, lo ha conquistado todo y sigue haciéndolo en un nuevo club: Jesús Velasco Tejada.
El técnico de 55 años vivió la etapa más gloriosa de Movistar Inter desde la famosa Máquina Verde de Candelas. Hay quien, incluso, se atreve a discutir si esta etapa no fue mejor que aquella. Una vez más, me van a perdonar que esquive ese nuevo debate, pues solo traería polémica. Sin embargo, sí que algo quedó claro: era el Inter de Velasco. Ricardinho daba lustre y espectacularidad, pero sin la sobriedad de Ortiz en el cierre, sin los goles de Gadeia o sin la aportación de guerreros como Pola, Borja y compañía, no hubiera sido posible conseguir tantos éxitos. Lo hizo bajo la batuta de un líder que jamás alzó una voz en contra de sus jugadores que, con su discurso y libreto, impregnó a un puñado de jugadores del convencimiento de que podían ser los mejores. Y lo fueron.
Este verano en Can Barça corrían vientos de cambio. La llegada a la presidencia pocos meses atrás de Joan Laporta, traía consigo un fin de ciclo en las secciones del club. El futsal no se libraba de aquella limpia y Andreu Plaza decía adiós. Un técnico siempre cuestionado, incluso ninguneado, pero cuyos éxitos son innegables. “Porque siempre tuvo la mejor plantilla”, argumentan unos. “Su juego era aburrido”, esgrimen otros. Y a todos les doy la razón. Siempre creímos —yo el primero— que este Barça podía dar más, que no se le sacaba el potencial a la plantilla y que, lo que se ganaba, se hacía casi más por inercia que por la dirección desde el banquillo.
¿Se está siendo injusto con Plaza? Sin duda. El preparador catalán es un gran entrenador, conocedor de la casa, y se mató diariamente por encontrar las mejores soluciones para su club. Pero sencillamente hay entrenadores que son mejores que otros. ¿Acaso decir que Ferrao es el mejor pívot del mundo es ofender al resto del pívots? ¿Estamos llamando inútiles a todos los porteros si decimos que Dídac está un escalón por encima de los demás? ¿No, verdad? Entonces que no se vea un insulto hacia un entrenador, sino un halago al otro.
Y es que Jesús Velasco es muy bueno
Y aquí podríamos concluir el análisis, pero vamos a ir un poco más allá.
El equipo se reforzó en verano con dos piezas fundamentales: Pito (uno de los mejores 1v1 del mundo, capacidad para jugar de espaldas y un jugador al que darle el balón cuando la situación se complica) y Ortiz (el guardia pretoriano de las esencias “velasquianas”, el hombre que sabe lo que quiere el míster con solo mirarle a los ojos). Pero el principal refuerzo no era tangible, no era un jugador, sino una idea. O mejor dicho, dos: mejoría en el juego y exigencia máxima. La primera se vio desde la segunda jornada de liga: menor dependencia de Ferrao, más alternativas intercalando 3-1 con ese 4-0 preferido de Velasco; la posesión, innegociable; el estilo, agresivo. Nada de esperar en media pista, presión en el mismo área rival. ¿La exigencia? Lo dijo el propio técnico antes del primer partido liguero, a inicios de octubre: “No valen excusas, tenemos la mejor plantilla del mundo”.
Con un juego atractivo durante gran tramo de la temporada, y pragmático cuando las bajas acuciaban al equipo, las victorias llegaron en liga, en Supercopa y en Copa de España. “Sí, dos títulos, pero ambos desde el punto de penalti”, se le achacaba, como el último tablón al que aferrarse los negacionistas de la mejoría.
Pues ahí lo tienen, 4-0 en la final de la Champions. Ante una plantilla excelsa como es la de Sporting de Portugal. Con jugadores recién salidos de lesión como Pito o Ferrao. Con otros entre algodones como Matheus o directamente fuera de dinámica, como Esquerdinha. Un partido que ha convencido a todos, que puede haber sorprendido por la autoridad mostrada, pero no será porque Velasco, un líder que sabe impregnar a sus jugadores de su sello, no lo había advertido.
Imagen destacada: www.fcbarcelona.es
Autor: Dani López (twitter: @danifutsal6)