Se acaba el Mundial y como todo gran evento, es hora de sacar la cartilla de las notas para ver qué ha sido lo más positivo y, porqué no, lo más negativo. Porque si lo primero es importante para repetirlo en un futuro, es de lo segundo de lo que aprendemos para mejorar.
SUSPENSO: La infrautilización del soporte tecnológico
Qué felices nos las prometíamos antes de empezar. No tendríamos VAR pero sí soporte tecnológico en el Mundial. Nos aprendimos con la ilusión del primerizo qué cuatro casos eran revisables, nos aprendimos el gesto (ese tan nuestro para pedir otra ronda en el bar) y todos repetíamos que sí, que solo había uno a petición del entrenador por cada parte, pero que si acertabas, lo mantenías.

¿Y para qué? Para nada.
Porque el uso que se ha hecho ha sido totalmente erróneo, por no calificarlo directamente de desastroso. Apenas se han rectificado decisiones que parecían muy evidentes y que todos recordamos en mayor o menor medida. Pero no solo eso: se utilizó para revisar si un portero se había adelantado en un lanzamiento de 10 metros, con la posterior amarilla. Dado que no había sido gol ni se incurría en tarjeta roja, la revisión no debió producirse. Hasta tres veces el balón golpeó en el famoso triángulo que unía palo y barra del suelo, evitando esos goles. Ni uno solo de los árbitros que revisaron las jugadas rectificaron; tuvo que ser la propia FIFA la que introdujese piezas de metacrilato para evitar esos rebotes malditos. Solo la famosa agresión de Borruto en la final fue vista, de las más flagrantes que apreciamos, y rectificada. Claro, que solo faltaba que esa tampoco se hubiera rectificado…
Y es que si algo ha quedado claro es que la tecnología es una ayuda… para quien quiere ser ayudado. Y mientras los árbitros vean ese factor corrector como un atentado a sus decisiones, no avanzaremos. Soporte sí, pero en las manos adecuadas.
SUSPENSO: La mala gestión de FIFA
Tenemos tanto que analizar… Las plantillas oficiales se dieron de forma subrepticia —solo rebuscando en la web de FIFA se encontraba dicha información—, a menos de dos semanas para el comienzo de la competición y con las posiciones mal definidas. Más allá de eso, había jugadores que habían cambiado de equipo hacía más de un año sin que FIFA se enterase (Borruto aparecía en Pescara) o más de seis meses (Carlos Sanz, de Venezuela, figuraba como jugador de la Serie A cuando había pasado después de aquello por Delta Te Quiero y posteriormente fichado por el Novo Vrijeme croata), por citar solo dos ejemplos.
Si solo fuera eso…

No se consiguió que las ciudades implicadas se involucrasen en ningún momento, provocando que ni en las calles ni en los pabellones se viviera ambiente alguno. Los aficionados desplazados no encontraron carteles, no hubo una fan zone, ningún intento por acercar el futsal a los niños a través de talleres… Dentro de los pabellones ni siquiera se podía ver el marcador de faltas o, en caso de expulsión, el cronómetro de dos minutos. Las infografías eran tan simples que hasta un servidor podría haberlas hecho. No se generó contenido propio en las redes sociales más allá de alguna entrevista y post-partidos con una pregunta o dos (máximo) hechas por el propio departamento de prensa de la selección implicada… Cualquier observador ajeno habría dicho que a FIFA no le interesa potenciar el futsal. Menos mal que nosotros estamos metidos en el mundillo y sabemos que eso no es verdad, ¿a que sí?
INSUFICIENTE: España, otra vez en cuartos
Cierto es que, a diferencia de otros grandes torneos, España acudía con la cautela propia de no sentirse uno de los grandes favoritos. Por la experiencia de los últimos años, había tanta ilusión en la expedición como cautela. La lista era —mayoritariamente— de consenso: una mezcla de juventud y experiencia, los jugadores más en forma recompensados con una llamada que en otro momento era impensable (como Borja o Chino), pero siempre con la duda de fondo: ¿sería suficiente? En fase de grupos nos temimos lo peor: Paraguay no fue rival, pero Japón y Angola, dos países inferiores netamente al español, se ponían por delante y hacían sufrir al combinado de Fede Vidal.

Sea porque lo deseábamos fervientemente o porque fue real, nos ilusionamos durante la primera parte de octavos. 4-0 a la República Checa y minutos de gran fútbol sala. La segunda mitad nos dejó una derrota parcial, clasificación desahogada pero poca esperanza. Y como si estuviéramos subidos en una montaña rusa emocional, el 2-0 frente a Portugal nos hacía de nuevo creer… para volver a caer, esta vez de forma definitiva. Un juego conformista, de pases horizontales sin mordiente, las decisiones (o falta de) desde el banquillo y jugadores muy por debajo del nivel que se les presupone, nos condenaron. Nueva eliminación en cuartos y una sensación de que hay que cambiar muchas cosas y queda muy poco tiempo (apenas tres meses) para la disputa del Europeo de Países Bajos en enero de 2022.
INSUFICIENTE: La ausencia de entrenadores que trasciendan el juego
En un evento como un Mundial siempre se crean situaciones de juego o tácticas que, por innovadores y atrayentes, crean escuela. Esas jugadas que se repiten luego en clínics y que vemos pronto replicadas en multitud de partidos en todos los rincones del globo. Sin embargo, ¿qué aprendizaje podemos sacar de este Mundial? Tan poco que casi ha sido más destacado por lo que no debe hacerse, que por lo que sí.

Apenas hemos visto seleccionadores intervencionistas. En ese plano destaca Bruno García, quien imprimió un sello de autor a Japón y la llevó a tutear a toda una Brasil después de habérselo hecho pasar muy mal a España en fase de grupos. Un equipo compacto, con un sistema de ayudas y variantes que llevó al país nipón más lejos de lo que muchos hubiéramos pronosticado. Con él, quizá Kaká haya sido el más decisivo. Ha repartido minutos entre los que más lo merecían, dejando el Excel (David Candelas dixit) para tantos otros que no se movían de sus cambios de cuatro en cuatro, sin preocuparse de qué pedía el juego en cada momento o qué jugadores estaban más inspirados aquel día.
La prueba de ello es que el juego de cinco apenas ha tenido incidencia en el resultado, y cuando lo ha hecho, ha sido a favor del equipo que defendía. No hemos visto innovaciones en los sistemas; solo Robinho ha sido la habitual excepción en un equipo grande de atrevimiento y 1v1. ¿Queríamos regates? Tuvimos que conformarnos con equipos alocados como Angola o caóticos como Egipto. Incluso en países centroamericanos, tan dados a esa técnica individual, les vimos con el freno de mano echado por culpa de unos entrenadores que querían controlar el talento en lugar de potenciarlo.
APROBADO: El crecimiento de selecciones de segunda fila
Cada gran torneo que llega avisamos de lo mismo: el futsal se está igualando, ya no se gana fácil a nadie. Y muchas veces es cierto; en otros casos como el de Estados Unidos, no solo no han mejorado, sino que muestran una clara involución respecto a lo que fueron hace años. Pero sí, este Mundial ha sido la constatación de que hay un buen puñado de selecciones que han crecido mucho en los últimos años y han demostrado en el torneo de máxima exigencia su candidatura quizá no a ganar el Mundial —para eso hay que crecer demasiado— pero sí a alcanzar las últimas eliminatorias.
Ahí tenemos los ejemplos de Marruecos, Venezuela, Uzbekistán o Japón, que han dado un salto más que evidente. Pero si vamos más allá, incluso Kazajistán presentó una convocatoria netamente kazaja (solo tres nacionalizados y todos desde hace un buen puñado de años) y no solo ha mantenido el nivel, sino que estuvo a un penalti de acceder a la final. Un éxito absoluto personificado en Kaká, su seleccionador, y que invitará sin duda a otros países a presentar listas menos desnaturalizadas (sí Georgia, va por ti).

Como sea, sí que ha servido para constatar que ese interés se expande por otros países y ello no puede sino alegrarnos. Con un pero (y por eso no pasa del aprobado), que no perdamos a selecciones con gran nivel en anteriores mundiales como Paraguay, Colombia o Egipto. Se trata de sumar, no de intercambiar.
NOTABLE: Bebé, de las burlas al respeto absoluto
Todos miramos con recelo la noticia que saltó a pocos días del comienzo: Edu Sousa, portero de Valdepeñas y titular indiscutible de Portugal, daba positivo por COVID-19. Un jarro de agua fría a las aspiraciones lusas. “Con Bebé es imposible ganar un Mundial”, era la frase más repetida en las redes sociales. De ahí a “que se conformen con llegar a cuartos” no había mucha distancia. Servidor fue de los que cometió el error de menospreciar al portero, a tenor, eso es cierto, de experiencias anteriores.

Pero resulta que el veterano portero (38 años) que ni siquiera es ya profesional —compagina sus entrenamientos en los Leões de Porto Salvo con el cargo de gerente en un restaurante—, llegó, vio y venció: ocupó la portería y aunque se le vieron pequeñas costuras, propias de su etapa más oscura, se mostró con una fiabilidad nunca antes vista, y condujo a su selección a la victoria final. Un ejemplo de constancia y profesionalidad, y una cura de humildad para todos los que hicimos burlas.
SOBRESALIENTE: Nuevo campeón: bueno para el futsal
Si nos congratulamos de los éxitos de los equipos modestos en las competiciones domésticas (las Copas de Jaén, las finales de Valdepeñas o las conquistas puntuales de los Ribera, Zaragoza, Xota y compañía) debemos congratularnos de los éxitos internacionales de Portugal o Argentina, por más que eso suponga la decepción de no ver a nuestro país conquistando el título mundial. Esa apertura a otros mercados, a otros países, es necesaria para que podamos evolucionar como deporte. Si el objetivo global del fútbol sala es tener una federación independiente y que seamos olímpicos, todo pasa porque haya cada vez más federaciones nacionales implicadas.

Y, ¿qué mejor manera de convencer a las federaciones que viendo cómo engrosan sus vitrinas con la Copa del Mundo?
MATRÍCULA DE HONOR: El crecimiento de una generación en Portugal
Todos conocíamos de hace tiempo a los Ricardinho, Bruno Coelho, João Matos y compañía. La sorpresa es que, siendo jugadores importantes —cada uno con una función y un rol muy concreto— ninguno ha estado al nivel superlativo de compañeros surgidos varios años después, como Erick (26 años) o Zicky Té (20), los más destacados pero no los únicos;: Afonso Jesús (23) ha disputado minutos muy importantes y era un fijo en las rotaciones de Jorge Braz, a Tomás Paçó (21) le costó algo más asentarse, pero en las segundas partes siempre tuvo minutos en una posición ocupada por estrellas consagradas como el capitán João Matos, André Coelho o el propio Erick.

Contrasta esto con el bajón anímico que ha supuesto esa ausencia de atrevimiento en las otras grandes selecciones: en España, a Mellado solo pudimos verle con el freno de mano echado, sin el atrevimiento para jugarse balones que sí tiene en Cartagena. A Sergio González se le condenó a la grada tras un flojo partido ante Japón; en Brasil sí que parecía que Leozinho estaba llamado a grandes cosas, pero en semifinales pasó desapercibido, enredado en el sistema de ayudas defensivas de Argentina. Tal fue la situación que Marquinhos Xavier le descartó para la pelea por el tercer puesto y el propio jugador emitió un comunicado en las redes sociales a que la ausencia fuese por indisciplina. ¿Rusia? Skorovich, que directamente no se atrevió a convocar a esa generación tan prometedora de Sinara de la que hablan los expertos, porque confiaba antes en gente como Rómulo (flojo) o Éder Lima recién salido de lesión. Y si hablamos de Irán, con ver cómo la media del quinteto titular superaba holgadamente los 30 años, está todo dicho…

Lo mejor para Jorge Braz es, obviamente, la conquista del título. Un Mundial que le convierte en el cuarto país en la historia en adjudicarse la corona. Lo une además al título de campeón europeo que ostenta desde 2018 y que le permitirá, por algo más de tres meses, de presumir de ser campeón de todo. Pero incluso sin el título, y pese al bajón que hubiera supuesto, el entrenador nacido en Canadá sabía que el éxito estaba consolidado: cuando se vayan la primera generación de oro, viene otra pegando muy fuerte. Hay Portugal para rato.
Todas las imágenes: Getty Images.
Autor: Dani López (twitter: @danifutsal6)