No, estimado lector. Ni hemos cambiado la temática de la web ni yo soy Lorena Berdún. Seguimos hablando de fútbol sala, afortunadamente para el que suscribe. Pero en vísperas de la Copa del Rey no se me ocurre una mejor forma de expresar que la “otra” Copa, la que organiza la RFEF y que desde su misma creación se ha denostado por ser un torneo menor (comparada con la Copa de España, torneo fetiche para los futsaleros) hasta convertirse en un grande. El cambio de formato y las necesidades de los transatlánticos de nuestro deporte hacen que, en esta ocasión, la Copa del Rey sea mejor valorado. Importa, y mucho.
Para Ribera, tan inesperado com merecido, la Copa del Rey se convierte en una fiesta homenaje a su afición. Los de Tudela vuelven a estar en los playoff de Liga y lo celebrarán con mucha verdura (la famosa fiesta concluye precisamente este fin de semana y muchos tudelanos tendrán que escoger entre viajar con su equipo y perderse las fiestas o tirar de BeMad, la televisión con los derechos para la semifinal). Su papel aparente de cenicienta les convierte en más peligrosos aún. Como los chicos de Pato tengan el día, y todo puede suceder cuando liberas a jugones como Trípodi, Lemine o Ferrán, Jaén va a sufrir para vencer. ¿Les van a hablar a ellos de torneos menores?
Para Jaén todo lo que suena a Copa ―y no se me malinterprete, una vez más, la frase― le pone. Los pupilos de Dani Rodríguez han ganado dos Copas de España, pero no por ello van a rechazar la del Rey, más cuando el año pasado rozó el título y querrán desquitarse. Saben que están a solo dos partidos de agrandar su leyenda reciente y demostrar que saben reinventarse tras un año con más entradas y salidas que una autopista. Descartarles para el título sería una temeridad imperdonable. Y si no que se lo pregunten a Inter o Barça, a los que vencieron en sus finales coperas. Cuentan con Carlitos, pichichi de la Liga Regular, y un puñado de jugadores experimentados como Campoy, Mauricio o Alan Brandi que se las saben todas. Para coronar una Marea Amarilla que tiene una segunda casa en el Quijote Arena y que se ha convertido para el futsal en una figura más tradicional que la flamenca encima del televisor para los hogares de los años setenta.
¿Y qué decir de Inter y Barça? Los dos mayores presupuestos de nuestra liga deben pasar del champán kazajo y el caviar de la UEFA Futsal Champions League al bocadillo de jamón y la caña de la Copa del Rey. Lo que otrora podría ser motivo de pereza no es tal. Los jugadores están hambrientos, y con el calor que hará siempre apetece una cerveza acompañada de un buen jamoncito, ¿verdad?
Barça ha vuelto a tropezar en el gran objetivo de la temporada, Andreu Plaza está cada vez más cuestionado y no puede permitirse caer. Si le hubiese tocado alguno de los otros rivales estaría obligado a vencer por presupuesto y plantilla. Pero le ha tocado Inter, y caer implicaría el éxito de su máximo rival, lo que dejaría al equipo muy tocado en un año en que parecían haber dado ese paso que les faltaba para ganar a su bestia negra. En resumen: está obligado a ganar. Y eso, en el deporte profesional, es una presión muy alta.
Inter parece estar cerrando un glorioso ciclo de cinco años. El mal momento de la plantilla, haber perdido ese toque que les hacía remontar o sufrir en los instantes complicados… El mojo, que diría Austin Powers. Cayeron con estrépito en semifinales de Copa de España y cayeron con estrépito en semifinales de Champions. No pueden caer con estrépito (o directamente, no pueden caer) en semifinales de Copa del Rey, más aún siendo Barça su rival. Obligados a ganar, ¿les suena de algo?
Ribera y Jaén lo disfrutarán. Barça e Inter lo sufrirán. Pero todos comprenden que de menor, esta copa no tiene nada. Aquello de chupito pasó a mejor vida. Esta copa es un copazo. El tamaño, como les decía, sí importa.
Imagen: RFEF
Autor: Dani López (en twitter: @gremplu)